En algunos días se cumplirá el primer aniversario de un
temporal que marcó la vida de todos los bahienses para siempre.
Y si bien algunas cuestiones materiales comienzan a
resolverse, hay situaciones anímicas y sentimentales que están a flor de piel
como en el primer día.
Al respecto, en BHInfo surgió la incógnita de cómo lidiar
con aquellos chicos que a raíz de lo vivido han quedado con temores y traumas,
y es por esto que le transmitimos
algunas preguntas a dos especialistas.
Las psicólogas Melisa Lombardo (MP 53126) y Valeria Minor (MP
1197), especializadas en el trato con niños y adolescentes, abordaron la
problemática y buscaron traer luz sobre un tema que no se termina de hablar
abiertamente, pero que del mismo modo está muy presente en el día a día de las
familias de la ciudad.
Iniciando la charla y
respondiendo al interrogante que da título a este artículo, refirieron que “los
traumas en la infancia pueden tener un impacto profundo y duradero en la vida
adulta de una persona”.
Siguiendo en esa línea remarcaron que “inicialmente es
importante diferenciar que tipo de marca puede dejarnos una experiencia como el
temporal vivido en Bahía Blanca el pasado diciembre. En principio todas las
experiencias que exponen a un ser humano a una situación de peligro real, dejan
una marca, una huella, la misma ayuda al ser humano ya que nos previene ante
futuros eventos que conlleven un peligro, el mismo es un mecanismo natural de
defensa que posee el ser humano”.
Del mismo modo reconocieron que “si esa experiencia resulta
traumática, es decir que excede nuestro umbral de procesamiento y se
experimenta como un exceso que atenta contra nuestra integridad, esto deja una
marca o huella traumática. En la clínica lo observamos por ejemplo como un
temor desmedido e hipertenso, ante situaciones similares a las que vivió, una
tormenta fuerte, viento excesivo, truenos, entre otros. Otros síntomas que
pueden aparecer, angustia, palpitaciones, temblores, apego desmedido a un
adulto de confianza, preocupación excesiva por ejemplo cuando el día esta
nublado, ante la posibilidad de que llegue una tormenta”.
Sobre cómo abordar y ayudar a superar esto a nivel sociedad,
las licenciadas comentaron que “la sociedad constituye un pilar fundamental
para el abordaje de las secuelas que puede dejar una catástrofe. Siempre es
necesario contar con la información pertinente y una fuente confiable nos ayuda
a comprender lo que ocurrió. Luego de esos eventos que producen un estrés
agudo, toda la población afectada en mayor o menor medida, sentirán una
sensación de temor por lo que podría haber ocurrido y un malestar
considerablemente significativo por todo lo que representa el estar expuesto a
una situación de amenaza a la integridad física y psíquica de una persona”.
Agregando que “sin dudas el camino es comprender,
empáticamente, hablar para no invalidar las emociones propias ni la de los
demás. Hablar con los otros de lo que
nos pasa es una opción viable”.
Volviendo sobre lo primero mencionado, y acerca de si este miedo
o reacción puede aparecer de más grande o si no lo manifestó en ese momento, ya
no lo manifestara más, las especialistas consideraron que “la mayoría de los
seres humanos atravesamos en algún momento de nuestras vidas alguna situación
de temor considerable”.
Y siguiendo con ese desarrollo explicaron que también puede
ser “que genere malestar de importancia, y sobre todo cuando pasan eventos de
esta magnitud que generan un antes y un después en la vida de las personas, se
perdieron vidas, se derrumbaron edificios, se perdieron casas, y todos sabemos
que podría haber sido de mayor gravedad, este pensamiento perdura en las
personas, generando efectos que no pueden anticiparse”.
A raíz de esto es que “sin dudas los efectos posteriores al
paso de la tormenta, dejan huellas, alterando la vida como uno la conocía,
dejando un estrés agudo. Si dicho estrés persiste durante más de un mes y las
secuelas se sostienen, hay algo del orden de lo traumático que no pudo ser
resuelto”.
Del mismo modo, y tratando de dejar un mensaje claro,
remarcaron que “no todos los seres humanos reaccionan de la misma manera ante
las adversidades, pero en caso que los síntomas como nerviosismo,
irritabilidad, así como síntomas fisiológicos como palpitaciones, alteraciones
del sueño, o preocupación excesiva por eventuales peligros, o ante un día
nublado, o una alerta meteorológica, que comiencen a inhabilitar a la persona,
dejar de salir cada vez que haya alerta meteorológica por ejemplo, puede
indicar que estamos ante la presencia de efectos secundarios de la experiencia
traumática”.
Sumando que “esto ocurre porque el sistema nervioso
naturalmente se activa para defenderse de cualquier situación de peligro y así
poder protegerse de la amenaza. Como consecuencia del trauma, puede activarse
tiempo después, las mismas reacciones o respuestas, ante situaciones que no
revisten peligrosidad alguna, generando una respuesta excesiva, similar a la
que vivió en ese evento. Este tipo de respuestas no puede predecirse desde el
área psicológica, simplemente se manifiestan y se recomienda intervenir a
tiempo”.
En otro pasaje de la charla, y sobre lo que se debería hacer
como padre si de un momento a otro nuestro hijo comienza a mostrar un miedo
desmesurado por este caso, las tormentas, las psicólogas recomendaron “en
principio, determinar que sea desmesurado el temor”.
“Siempre tenemos que tener en cuenta la etapa evolutiva en
que esta el niño, la respuesta esperable no es la misma en un niño de 3 años
que en uno de 10 años, y como intervenir va ser diferente según las edades. Es
importante en todos los casos ofrecer una contención emocional adecuada”
acotaron.
Y en base a esto “debemos validar su emoción, es decir no
pedir que el niño no se sienta así, abrazarlo, explicarle que los miedos son
normales, que todos los sentimos y que es una respuesta natural de nuestro
cuerpo cuando sentimos que algo es peligroso. Asegurarse que el niño pueda
regularse y que le podamos trasmitir tranquilidad sin utilizar mentiras del
tipo, “eso no va a volver a pasar”, si podemos referir que fue algo aislado, que
es raro que vuelva a pasar”.
Entre las herramientas que se manejan “siempre tratar de
mantener la calma, si los adultos o cuidadores no mantenemos la calma es muy
complejo que logremos tranquilidad en un niño, ya que percibe a través de
nuestros gestos y expresión emocional, que los adultos no nos sentimos seguros,
por ende no podrán ellos mantener la calma, y nuestro mensaje será
contradictorio, le estamos pidiendo calma y es una emoción que no logramos
tener nosotros. Una vez lograda la calma, podemos hablar acerca de los miedos
que se presentan, que los generan y vemos paso a paso como darle confianza, las
palabras acompañan su camino, y dan confianza en su hacer”.
Por último, y consultadas sobre lo que puede ocurrir si estos problemas no son tratados, las profesionales agregaron que “desde el área psicológica no podemos hacer predicciones, cada caso es único e irrepetible, lo aconsejable es ocuparse en el momento, si pasado un tiempo prudencial el niño no logra superar los temores generados por un fenómeno natural como fue el paso del huracán por la ciudad”.