La vitamina C es un nutriente esencial para el
funcionamiento adecuado del cuerpo humano. Si bien muchas personas asocian su
consumo con la prevención de gripes y resfríos durante el otoño e invierno, sus
beneficios van mucho más allá de reforzar el sistema inmunológico.
La vitamina C actúa como un potente antioxidante,
protegiendo las células del daño causado por los radicales libres, y es crucial
para el crecimiento y reparación de tejidos en todo el organismo, según Medline
Plus, el servicio de información de la Biblioteca Nacional de Medicina de los
Estados Unidos.
Este nutriente cumple varias funciones vitales, como la
producción de colágeno, una proteína esencial para la salud de la piel,
tendones, ligamentos y vasos sanguíneos, y es fundamental para la curación de
heridas, la formación de tejido cicatricial, el mantenimiento de cartílagos,
huesos y dientes, y la absorción del hierro.
Debido a que el cuerpo humano no puede producir ni almacenar
vitamina C por sí solo, es necesario consumirla regularmente a través de una
dieta equilibrada y variada que incluya alimentos ricos en esta sustancia.
Aunque muchas personas asocian la vitamina C principalmente
con las naranjas, existen numerosos alimentos que contienen mayores niveles de
este nutriente. El brócoli, por ejemplo, aporta 110 mg de ácido ascórbico por
cada 100 gramos, y su contenido se absorbe mejor cuando se consume crudo o
cocido al vapor.
Otro alimento destacado es el pimiento rojo, que aporta
127.7 mg de vitamina C por cada 100 gramos, más del doble que una naranja. En
el caso de las hierbas, el perejil es una excelente fuente, con 133 mg de
vitamina C por cada 100 gramos, convirtiéndose en una opción saludable para
añadir pequeñas cantidades de este nutriente a las comidas.