Que los perros sienten celos de una forma asombrosamente
parecida a la nuestra es una realidad que cada vez más estudios científicos
respaldan. Lejos de ser una simple humanización de su conducta, esta emoción se
manifiesta con una complejidad notable. Un revelador estudio demostró que tres de cada cuatro perros mostraban
comportamientos celosos cuando sus dueños interactuaban y daban evidentes muestras
de afecto a un perro de peluche de apariencia realista, una prueba que
evidencia cómo la atención exclusiva de su figura de referencia es un bien
preciado para ellos.
Sin embargo, el origen de esta compleja emoción sigue siendo
objeto de debate entre los expertos. Una corriente sostiene que se trata de un rasgo puramente innato, una herencia
evolutiva ligada a la supervivencia y a la competencia por los recursos dentro
de la manada. Por otro lado, no son pocos los que argumentan que es una
conducta aprendida, un reflejo del entorno y de la propia interacción con los
humanos, de quienes podrían estar imitando ciertos patrones de forma
inconsciente. Esta complejidad en sus emociones es un campo de estudio
fascinante, llegando incluso a plantear si
los perros pueden desarrollar la capacidad de 'mentirnos' en ciertas
situaciones.
De hecho, las señales que delatan a un perro celoso son
variadas y, en ocasiones, inequívocas. Las más comunes van desde interponerse físicamente entre su dueño
y otra persona o animal, hasta emitir gemidos o gruñidos de desaprobación.
También es frecuente que busquen un contacto físico más insistente o que
desarrollen comportamientos específicos para llamar la atención, como ladrar o
traer juguetes. Incluso una conducta tan disruptiva como orinar en casa puede
ser una manifestación de este sentimiento de desplazamiento. Además de los
celos, es crucial estar atento a otros
comportamientos que indican un posible malestar en nuestra mascota para
asegurar su bienestar general.
Causas y soluciones ante los celos caninos
Asimismo, los detonantes de estos celos suelen estar ligados
a cambios importantes en el núcleo familiar. La llegada de una nueva mascota al
hogar, ya sea otro perro o un gato, es una de las causas más habituales, pero
también lo es la incorporación de un nuevo miembro humano, como un bebé o una
pareja. Alteraciones notables en la rutina o en el entorno del animal también
pueden desencadenar estas conductas. En este contexto, es fundamental destacar
que ninguna investigación científica ha podido demostrar, tal y como recogen desde Petmd, que existan razas con mayor predisposición a los
celos que otras. Estos cambios reflejan también la creciente tendencia del 'pet parenting', donde las mascotas son
consideradas miembros plenos de la familia, lo que subraya la importancia de su
bienestar emocional.
Por ello, es crucial no reforzar este tipo de
comportamiento, ya que puede derivar en problemas de mayor envergadura, como la
ansiedad crónica o incluso la agresión. Los especialistas recomiendan gestionar
estas situaciones realizando introducciones lentas y positivas con los nuevos
miembros de la familia, asegurando que el perro siga recibiendo atención y
tiempo de calidad a solas con su dueño. Si el problema persiste o escala hacia la
agresividad, la intervención de un
profesional del comportamiento canino es la vía más sensata y segura para
reconducir la situación y garantizar el bienestar de todos.