El bullying dejó de ser un problema menor para convertirse
en un fenómeno que afecta profundamente el desarrollo neurológico de niños y
adolescentes.
Un estudio reciente realizado por el Trinity College, de
Dublin, en Irlanda y publicado en bioRxiv, evidencian que las secuelas de la
victimización en la etapa escolar van más allá de lo emocional, influyendo
directamente en la estructura cerebral.
“El bullying deja huellas que pueden marcar durante años a
las personas”, coincidieron especialistas.
El acoso escolar tiene consecuencias tangibles y duraderas
en el cerebro en el desarrollo de niños y adolescentes.
El estudio realizado por el Trinity College incluyó a más de
2.000 adolescentes de diferentes países europeos, y demostró que al menos 49
regiones cerebrales relacionadas con funciones como la memoria, el aprendizaje
y los movimientos motores pueden ser afectados por el bullying.
Las resonancias magnéticas (MRI) revelaron cómo el acoso
crónico y recurrente influye en el desarrollo neurológico, con implicaciones
que se extienden más allá de la etapa escolar.