Nuestra tranquilidad
suele ser absoluta porque creemos que nuestro gato, al pasar la mayor parte de
su tiempo en el interior de casa, está expuesto a muchos menos parásitos.
Solemos pensar: “las que sí se enfrentan a un gran riesgo de contagio son las
mascotas caninas, ¡pobres perros!” Una confianza que puede traicionarnos y
llevarnos a diagnósticos erróneos que pondrán en riesgo a nuestra mascota
felina.
El gato doméstico es un huésped atípico del parásito Dirofilaria immitis, gusano de la
familia de los nematodos, conocido como gusano del corazón por introducirse
a través del sistema pulmonar e intentar llegar al corazón. La incidencia de la dirofilarosis en los
gatos es 10 veces menor que la incidencia de esta en los perros; no
obstante, el diagnóstico de la infección en los gatos es más difícil y es
probable que estas incidencias sean mayores. La propensión a desarrollar los
parásitos es menor, típicamente adquieren un número menor de gusanos y de menor
tamaño; y el periodo de infección es más corto, en torno a los 2-4 años. No
obstante, en el gato causan infecciones más problemáticas que, por su menor
frecuencia de incidencia, pueden originar diagnósticos equivocados y suponer un
grave peligro para el animal. La edad
habitual de los gatos infectados ronda entre 3 y 6 años.
La infección por el gusano del corazón se inicia con la picadura de un mosquito que transmite unas larvas a través de su saliva. Éstas van migrando por los tejidos hasta alcanzar la vasculatura pulmonar pasados 3-4 meses de la inoculación. El gato tiene una buena respuesta inmunológica y por ello muchas larvas mueren cuando entran en el pulmón, de manera que sólo unos 2-4 parásitos se convierten en gusanos adultos y pueden permanecer alojados en las arterias pulmonares. Aunque puede suceder, es más raro que los gatos tengan los gusanos en el corazón.
A pesar de lo anterior, la
enfermedad en los gatos puede ser más seria que en los perros. Cuando las
larvas entran en la vasculatura pulmonar, el gato puede mostrar una enfermedad
respiratoria, que a veces puede ser grave. Después, las pocas larvas que
sobreviven y evolucionan a gusanos adultos viven en las arterias pulmonares sin
provocar signos en los gatos; pero, cuando estos gusanos mueren al cabo del
tiempo, originan de nuevo un proceso en el gato que puede conducir a su muerte,
de manera que la muerte de incluso un único gusano puede matar al animal.
También se da el hecho de que algunos gatos pueden permanecer asintomáticos y
nunca mostrar signos de enfermedad.
Los signos clínicos de la infección parasitaria por el gusano del corazón son muy poco específicos. El diagnóstico únicamente por los signos clínicos es, pues, muy difícil.
Generalmente se trata
de signos respiratorios y gastrointestinales y pueden ser agudos o crónicos.
Podemos destacar:
Intolerancia al
ejercicio, letargo, falta de energía, dificultad para caminar
Pérdida de apetito,
pérdida de peso, anorexia
Tos, dificultad
respiratoria, respiración acelerada
Vómito intermitente,
diarrea
Taquicardia,
convulsiones, shock, desmayo
Ansiedad, boca
abierta
También se pueden
presentar muertes súbitas sin otros signos evidentes