Los cambios de
comportamiento que implica el síndrome
de disfunción cognitiva pueden resultar muy frustrantes para el dueño y mermar la calidad de vida de la mascota.
Por ello, la identificación temprana ayuda en la búsqueda de soluciones y el
equilibrio de la relación. “Esta es la parte más importante, pues permitirá
instaurar un tratamiento precoz y diagnosticar muchos casos que pasan
desapercibidos. Los síntomas son
similares a los que aparecen en muchas personas de edad avanzada”, indica
Lázaro.
Según indica el
estudio Síndrome de Disfunción Cognitiva en el perro geriátrico, estos son algunos de los signos que podrían indicar
un estado de demencia:
Alteració́n de la
interacció́n social.
Disminuye el interés por las caricias o por el contacto, saludan con menos
é́nfasis, aparecen conflictos sociales o hiperapego...
Pé́rdida de memoria y
retraso en el aprendizaje. Los perros afectados responden peor o no responden a ó́rdenes que antes
conocían, son incapaces de aprender nuevas, no reconocen a los propietarios, …
“En algunos casos se pierde el aprendizaje de la conducta de eliminación y el
animal orina y/o defeca en sitios no adecuados”, apunta el veterinario.
Desorientació́n. Como en el caso de humanos afectados por
la demencia, es posible que los perros con SDC se pierdan en lugares conocidos.
También es común que intenten pasar por el lado equivocado de la puerta, que
sean incapaces de esquivar ciertos obstá́culos, o se queden parados delante de
ellos.
Alteraciones del ciclo
sueño-vigilia.
Algunos de los animales afectados cambian los ritmos a los que antes estaban
acostumbrados. Esto implica que duermen por el día y no descansan por la noche.
Cambios en la actividad. Dejar de explorar o de responder a
estímulos son también síntomas de este síndrome. “Pueden observarse tanto una
disminución de la actividad como un aumento. También se muestra a través de
comportamientos compulsivos, o que el perro camine sin rumbo”, indica Lázaro.
Ansiedad. Es posible que los animales se sientan
ansiosos o inquietos, algo que se puede reflejan en menos horas de descanso, en
un estado más agitado o irritable. “Es una alteración de su equilibrio
emocional que puede traducirse en un aumento de los ladridos o gemidos, y los
miedo, o fobias a distintos estímulos”, explica el especialista.
Alteraciones del apetito. El apetito es otro aspecto que puede
verse afectado, tanto en un aumento como una disminución.