La búsqueda de la dieta ideal ha sido una constante en la
vida de muchas personas, pero generalmente estos procesos no suelen encontrar
un equilibrio entre una alimentación saludable y una que realmente les aporte
felicidad.
Aunque existen numerosas guías sobre nutrición que promueven
la longevidad y el bienestar físico, surge una pregunta crucial que no siempre
tiene una respuesta clara: ¿qué tipo de alimentación contribuye a nuestra
felicidad?
La respuesta puede variar según cada individuo, pero lo
cierto es que la relación entre lo que comemos y cómo nos sentimos es
innegable.
Al fin y al cabo, una dieta que no solo sea saludable, sino
también placentera y socialmente gratificante, podría ser la clave para un
mayor bienestar emocional
El científico social y profesor de profesor en la Harvard
Business School, Arthur C. Brooks, en su columna en The Atlantic, “La dieta
definitiva de la felicidad”, intenta responder a estas inquietudes y también
destaca que la comida tiene una dimensión social que contribuye a mejorar el
estado emocional.
El experto, creador del podcast How to Build a Happy Life
(Cómo construir una vida feliz), cita una investigación realizada en Asia que
muestra que la felicidad aumenta cuando las personas comen juntas en entornos
de grupo, y el placer se realza cuando se saborean los recuerdos de comidas
pasadas.
Este enfoque sugiere que compartir comidas en compañía y
hacerlas memorables aumenta nuestro bienestar.
El impacto de las emociones en nuestra alimentación no
siempre es positivo. Un estudio de 2012 encontró que las mujeres jóvenes con
síntomas depresivos eran un 130% más propensas a comer en exceso comparadas con
aquellas sin depresión.
Sin embargo, “la relación entre comer y las emociones es
generalmente benigna”, como muestra un estudio de 2013 publicado en la revista
Appetite.