
Aunque
parezca sorprendente, los animales de compañía también pueden experimentar trastornos de salud mental que afectan su
bienestar y calidad de vida.
Así lo explica
Marcela Locher Sánchez, académica de la Escuela de Medicina Veterinaria de la
Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar, quien ha dedicado años al estudio
de la medicina del comportamiento en pequeños animales.
"La salud
mental en caninos y felinos se refiere al equilibrio
emocional y conductual que les permite adaptarse a su entorno, disfrutar de
interacciones sociales, descansar adecuadamente y responder de manera flexible
frente a los cambios", señala Locher. Cuando ese equilibrio se altera,
pueden aparecer trastornos de origen emocional o neurobiológico, similares a
los que afectan a los seres humanos.
En perros, los
problemas más comunes son los trastornos ansiosos y la reactividad por miedo o
frustración. En gatos, la ansiedad por cambios en el entorno, el marcaje
urinario, el lamido excesivo o el aislamiento social son señales frecuentes. En
animales mayores, incluso pueden presentarse cuadros similares a la demencia senil humana, conocidos como
síndromes de disfunción cognitiva.
"Cualquier cambio persistente en la conducta es
una forma de comunicación. Cuando un animal se comporta distinto, generalmente
está tratando de decirnos que algo no
está bien con su organismo", enfatiza la experta.
Factores desencadenantes
Las causas de los
trastornos mentales en mascotas pueden ser múltiples. Desde gestaciones en
contextos estresantes, destetes tempranos y falta de cuidado maternal, hasta
experiencias negativas en los primeros años de vida, castigos físicos, dolor
crónico, enfermedades de base, falta de estimulación o cambios en el hogar.
"El entorno
familiar es determinante. Los animales son muy sensibles al tono emocional de las personas con las que viven. Un
hogar con rutinas impredecibles, poco tiempo de interacción o tensiones
constantes puede aumentar su estrés", explica la académica de la UNAB. Por
el contrario, un ambiente estable, con vínculos seguros y rutinas claras,
reduce significativamente el riesgo de alteraciones emocionales.
Prevención y tratamiento
La prevención
comienza desde los primeros meses de vida del animal. "Una buena educación
emocional desde cachorro o gatito, basada en el refuerzo positivo, la
estimulación adecuada y la exposición gradual a distintos entornos, es
clave", recomienda Locher. En el caso de adopciones de animales adultos,
sugiere acudir de inmediato a un profesional veterinario especializado en
comportamiento animal, conocido como etólogo clínico, para que guie a la
familia durante el proceso de adaptación.
Durante toda la
vida del animal, mantener rutinas predecibles, ejercicio físico,
enriquecimiento ambiental y un vínculo respetuoso es fundamental. Además, antes
de integrar una mascota a la familia, "es importante informarse sobre las
necesidades específicas de la especie o raza, en el caso de que estén
interesados en alguna en particular".
Si se observan
cambios persistentes en el ánimo, el apetito, el sueño o la conducta social, es
momento de consultar a un etólogo clínico. "Ellos son los profesionales
idóneos para descartar causas médicas, establecer un diagnóstico conductual y
diseñar un plan de tratamiento que puede incluir terapia de comportamiento,
cambios ambientales y, en algunos casos, apoyo psicofarmacológico", indica
la académica de Medicina Veterinaria de la U. Andrés Bello, sede Viña del Mar.
Más allá de
evitar el sufrimiento, el bienestar emocional de las mascotas implica
permitirles desarrollar una vida con propósito, calma y disfrute. "La
verdadera salud se encuentra cuando el cuerpo, la mente y el entorno se
encuentran en equilibrio", concluye la experta.