
En el viejo paradigma de tenencia de mascotas, la salud dental de un perro poco importaba. “Se consideraba normal que le faltaran dientes teniendo cierta edad”, grafica Poblete. Hoy “sabemos que los dientes de los perros —al igual que los nuestros— están hechos para durar toda la vida”, siempre y cuando reciban los cuidados adecuados.
Los perros, como
los humanos, nacen sin dientes. A la segunda semana comienzan a crecer sus
dientes de leche, que totalizan 28 piezas. A los tres meses parte el recambio
por los 42 definitivos, que se completa al medio año.
“A los siete meses no debiese quedar ningún diente de leche”, dice Poblete. Y si lo hubiera, sería necesaria su extracción por medio de una intervención quirúrgica. De esa manera se evitarían secuelas, como los dientes apiñados o la ya mencionada enfermedad periodontal.
Aunque la acumulación de placa bacteriana y sus
secuelas amenazan sobre todo a los perros más viejos, sería un error creer que
los más jóvenes están exentos de riesgos.
“Es más común,
pero no es exclusiva de perros añosos.
Los jóvenes que no tienen un cepillado frecuente pueden padecer esta enfermedad
periodontal en grados menores y tener un agravamiento si hay factores genéticos; por eso deben
comenzar cuanto antes la rutina de cepillado”, expone Belmar.
Un factor de
riesgo que aumenta la posibilidad de desarrollar infecciones y enfermedades
orales tiene que ver con la raza. Según las entrevistadas, los perros de tamaño
pequeño —como los yorkshire, poodle o el chihuahua— tienen mayores dificultades
para cambiar sus dientes de leche, lo que produce el apiñamiento de sus piezas
y los predispone a acumular placa bacteriana desde muy pequeños.
La clave para una
buena salud dental canina es la prevención. Y para ello, nada más efectivo que
el cepillado de dientes, un
procedimiento que debe hacerse,
idealmente, una vez al día. Si hay factores de riesgo como los mencionados,
el cepillado debería hacerse dos veces por jornada.
Pero el ideal
casi nunca es sinónimo de posible. Para ser más realistas, los especialistas sugieren
un mínimo de cepillados de tres veces
semanales. Y, ¿cómo hacerlo?
Se debe utilizar
un cepillo de dientes suave, cuyo
tamaño debe ser proporcional al porte de tu perro. Poblete, por ejemplo,
recomienda usar cepillos para niños.
Eso sí, nunca
—¡jamás!— se debe ocupar pasta de dientes para humanos, porque los perros no
escupen y les puede resultar tóxica. Si bien existen dentífricos específicos para mascotas, tragables y con saborizantes,
cepillarles solo con agua basta.
El movimiento del
cepillado, al igual que en el caso
nuestro, debe ser un barrido desde la
encía hacia la punta de los dientes. Se debe comenzar por la cara externa
de la dentadura, para luego seguir con la interna. Ojo: no es llegar y hacerlo,
sobre todo si se está comenzando con un perro adulto.
“El acercamiento
del perro al cepillo de dientes debe ser hecho con paciencia, siempre con un
refuerzo positivo (cariños, palabras amorosas, paseo o premio)”, aconseja
Poblete. “El perro debe acostumbrarse a
que le manipulen la boca y le toquen los dientes”. Por seguridad, conviene
preocuparse primero de la cara de los dientes que da hacia fuera, sin abrirle
el hocico, y una vez que se deje hacer este movimiento, intentar cepillar por
el lado interno y el paladar.