Esto que puede sonar polémico para algunas personas es parte
de la cotidianeidad de muchos de nosotros. Les hablamos a nuestros perros con
un discurso que guarda muchas semejanzas con la manera en les hablamos a los
bebés. ¿Por qué hacemos esto?
Cuando nos dirigimos a los bebés y niños pequeños utilizamos un registro especial de habla
que a veces es referido como discurso maternal. Para ello elevamos el tono,
usamos un registro más amplio y variable (de agudos y graves), y hablamos de
manera más lenta, exagerando las vocales.
Esta forma de discurso está influida por lo que se llama
esquema infantil. Es decir, nuestras crías humanas cuentan con ciertos rasgos
que nos despiertan ternura (por ejemplo, ojos grandes, frente amplia, cachetes
redondeados) y generan mayor tendencia a esta particular manera de hablar. Sin
embargo, la misma no es caprichosa ni
inocente, sino que tiene utilidad.
Se ha demostrado que este registro discursivo es más
efectivo para atraer y mantener la atención de los bebés, ya desde su segunda
semana de vida. Además, facilita las interacciones sociales con sus cuidadores
y la formación de un vínculo con estos. Finalmente, se cree que favorece el aprendizaje del lenguaje y
que, por eso, este tipo de habla parental disminuye al año, a medida que surgen
las habilidades lingüísticas en los pequeños.
Una posibilidad es que el discurso hacia los perros se base
en una sobregeneralización del discurso hacia infantes; esto podría ser
activado por los rasgos de esquema infantil que los perros comparten con crías
humanas. Otra posibilidad es que lo
hagamos porque tenga una funcionalidad; es decir, porque nos sirve.
Al estudiar esta forma de discurso hacia los perros se
observó que nos valemos de ella con perros de todas las edades. Si bien puede
ser levemente más marcada con cachorros, el hecho de que la usemos también con
perros ancianos desestima —o al menos deja en lugar secundario— la explicación
basada en los rasgos infantiles. Entonces, ¿es
útil hablarles así a los perros?.
Para evaluar la funcionalidad del discurso maternal hacia
los perros es necesario evaluar cómo responden ellos ante este. Los
experimentos mostraron que tanto
cachorros como perros adultos prestan más atención y muestran más señales
afiliativas hacia interlocutores con discurso dirigido hacia perros que
interlocutores con un registro propio de la comunicación entre humanos adultos.
Además, se evidenció que, para los perros, la prosodia (es decir, sonoridad o
musicalidad del habla) así como el uso de palabras típicamente empleadas al
dirigirnos a ellos, eran igualmente importantes. Es decir, por sí solas, ni
prosodia ni contenido podían explicar la preferencia del perro. Ambos aspectos
discursivos recubrían interés para estos canes.
Ahora bien, existen dos diferencias destacadas entre el
discurso dirigido hacia infantes y hacia perros. La primera es que el discurso
hacia perros se emplea durante toda la vida del animal; mientras que el
discurso hacia infantes tiende a desaparecer. Y la otra diferencia es que el discurso dirigido hacia los perros no
tiene sobrearticulación de vocales. Esta quedaría ligada a una
intencionalidad didáctica lingüística, la cual no está presente en perros, en
tanto no intentamos enseñarles a hablar. Curiosamente, sí se encontró presente
en el discurso de las personas dirigido hacia aves parlantes. O sea, las personas exageran las vocales cuando
hablan a bebés y a loros, pero no a perros.