Pocas personas asocian la fibra con la salud cardiovascular.
Sin embargo, este componente dietético, a menudo relegado a la categoría de
“digestivo”, tiene un impacto directo y comprobado en el funcionamiento del
corazón.
La fibra, sobre todo la soluble, ayuda a reducir el
colesterol, estabiliza los niveles de glucosa en sangre y puede disminuir la
presión arterial. Según explicó a Eating Well el cardiólogo Adedapo Iluyomade,
de Miami Cardiac & Vascular, esta acción múltiple convierte a la fibra en
uno de los nutrientes más poderosos —y subestimados— para prevenir enfermedades
cardíacas.
A pesar de esto, el déficit de fibra en la dieta es
generalizado. Iluyomade considera que esta carencia “es uno de los factores
que, aunque discretos, impulsan la carga de enfermedades cardíacas”.
La fibra no solo favorece la digestión. En el contexto
cardiovascular, es especialmente relevante por su efecto sobre el colesterol
LDL, comúnmente conocido como “colesterol malo”. Este tipo de fibra forma una
sustancia similar a un gel que se une a los ácidos biliares en el intestino
delgado.