Los perros, además de ser compañeros leales, tienen una gran capacidad de intuición y pueden captar sutilezas en el comportamiento de los humanos.
Esto les permite identificar al miembro más débil del grupo y, en muchos casos, aprovechar la situación a su favor para, por ejemplo, conseguir comida. Aunque este comportamiento podría parecer un rasgo negativo, en realidad es una característica fascinante que demuestra su inteligencia social.
Los perros no sólo captan nuestras emociones, sino que pueden discernir qué
personas son más susceptibles a determinados comportamientos. Esto puede
influir en cómo interactúan con cada miembro de la familia y, por ende, en las
dinámicas que establecen en la convivencia.
La inteligencia emocional de los perros les permite identificar patrones de conducta humana, identificando puntos débiles o vulnerablesa. Esto los ayuda a percibir quién es más susceptible a ceder a sus peticiones para conseguir comida, atención o compañía.
Diversos estudios sobre cognición animal revelan que tienen una gran habilidad para interpretar expresiones faciales, tonos de voz y posturas corporales, lo que les permite adaptar su comportamiento según el estado emocional de cada persona.