La elección de una barra de sonido o un sistema de altavoces suele estar marcada por la promoción de funciones llamativas y cifras espectaculares de potencia, que muchos usuarios no entienden por qué no son expertos en estos dispositivos. Por eso, en este tipo de casos, es mejor prestar atención a factores mucho más determinantes y menos publicitados.
Primer paso: tocar y verificar materiales en la tienda
Aunque algunos clientes y vendedores consideren inusual este comportamiento, examinar físicamente los equipos permite identificar componentes de calidad y posibles deficiencias estructurales invisibles a simple vista.
La mayoría de sistemas de audio asequibles suelen estar realizados con plástico y tienen poco peso. Estos detalles alertan de una construcción débil, incapaz de soportar altos volúmenes sin distorsión. Una caja acústica mal diseñada puede sufrir resonancias y vibraciones molestas, especialmente si combina materiales delgados y de baja calidad.
Al levantar el equipo, una construcción robusta se percibe en el peso y la solidez al tacto. Esta verificación directa en tienda es muchas veces la única defensa del consumidor contra el marketing exagerado y la escasez de información veraz sobre la fabricación.
Segundo paso: comprobaciones técnicas
Un elemento clave es el tamaño de los productos, principalmente los woofers. En líneas generales, cuanto mayor es el tamaño de los componentes o drivers, mejor es el rendimiento para frecuencias medias y graves.
Las gamas bajas y medias de barras de sonido suelen montar drivers de 2,5 a 3,5 pulgadas, mientras que los modelos superiores pueden alcanzar entre 4,5 y 5 pulgadas, cifra que comienza a garantizar una reproducción de graves fiel y realista, especialmente cuando se acompañan de subwoofers externos.
El objetivo es que la barra pueda reproducir frecuencias cercanas a los 80-100 Hz (32-40 Hz para subwoofers de alto rendimiento), un rango que permite flexibilidad en la ubicación del subwoofer sin perder uniformidad en el sonido.