En razas como el Pastor Alemán, el Labrador Retriever y el San Bernardo, la displasia de cadera es una de las enfermedades más comunes, caracterizada por la malformación de las articulaciones de la cadera, lo que provoca dolor y dificultad en el movimiento. Por otro lado, la atrofia progresiva de retina (APR) afecta a razas como el Caniche y el Border Collie, ocasionando una degeneración lenta de la retina, que puede llevar a la ceguera.
En otras como el Dóberman,
el Bóxer y el Schnauzer, la enfermedad de Von Willebrand, un trastorno de coagulación sanguínea, es
otro de los trastornos genéticos a tener en cuenta. "Este tipo de
trastorno puede provocar hematomas e incluso sangrados espontáneos",
explica la Dra. Poblete.
En Dálmatas y el Bull
Terrier, se presenta la sordera congénita, una pérdida auditiva que puede
ser detectada desde el nacimiento, y en razas más pequeñas como el Pomerania,
Chihuahua y Yorkshire Terrier, es frecuente la luxación de patela, que causa
dolor intermitente y cojera debido al desplazamiento de la rótula.
Otro problema significativo es la miocardiopatía dilatada, común en el Dóberman y el Gran Danés,
donde un defecto en el músculo cardíaco reduce la capacidad de bombeo del
corazón, provocando dificultad respiratoria y otros síntomas.
"En los últimos años, se ha experimentado un aumento en
la conciencia sobre la salud genética de los perros", observa Poblete.
Este cambio en la actitud lo atribuye al trabajo conjunto entre organizaciones
protectoras, criadores responsables y veterinarios, quienes han promovido una
mayor educación y conciencia sobre la importancia de la salud genética.