Por Nicolás Fernández
(@nicofernandezrelator)
En días
donde es furor la serie de Ayrton Senna en Netflix,
me surgió una pregunta: ¿Por qué el piloto brasileño es tan amado en
Argentina? Es más, Ayrton debe ser el deportista no argentino más idolatrado en nuestro país. El único que se le
podría acercar es Michael Jordan, otro atleta que atravesó por completo su
disciplina. Jordan es “más que un basquetbolista”. Y Senna lo mismo:
está en el póster de los amantes de los fierros... Y del resto también. Me incluyo en la segunda lista y voy a dar mi humilde
versión sobre el amor desenfrenado por “Beco”.
A falta de pilotos nacionales en
gran parte de la era moderna de la Fórmula 1, los argentinos se volcaron por un
referente sudamericano en la categoría principal: ese fue Ayrton Senna da Silva. Es más,
no sorprende que un cuarentón asegure que su “último ídolo de la F1 fue Senna” y seguramente recuerde con notable
precisión en qué lugar estaba el día del fatal accidente en Ímola. “Dejé de ver la Fórmula 1 cuando se murió
Ayrton”, es otra de las contundentes afirmaciones que he escuchando más
de una vez.
Si bien nunca corrió en la Argentina (antes y
después de Senna existió el Gran Premio de Buenos Aires, pero no con el
brasileño en la categoría), el vínculo con “lo nuestro” nunca perdió
vigencia. ¿Quién era su ídolo? Fangio. Cuando en una conferencia se le
consultó sobre el piloto que más admiraba, Ayrton no dudó: “Juan Manuel Fangio”.
“No solo porque ganó cinco campeonatos del mundo, sino por su actitud. Es
campeón mundial dentro de la pista y un verdadero caballero fuera del auto de
carrera. Soy un gran fan de él y lo admiro muchísimo”, amplió sobre el "Chueco".
Hemos escuchado en estas semanas, con la
“fiebre Colapinto” a flor de piel, a muchos analistas del deporte motor comparar
los inicios del pilarense con los del paulista, ya que los dos pusieron primera
en la F1 comandando el peor auto de la parrilla
(Senna con Toleman y "Colapa" en Williams)… ¡Y hasta se parecen
físicamente!
Y no los voy a engañar… La mía es
una mirada 100% futbolera. Estoy
totalmente convencido que no hay en el mundo un deportista más maradoniano que Senna. Es cierto que
sus familias eran de diferentes clases sociales, pero, para lo que es el
automovilismo (y sobre todo la F1), Ayrton se
hizo muy de abajo. Karting, Fórmula Ford, Fórmula 3 y la escudería más
humilde de la Fórmula 1. Se curtió en el
barro, digamos. En un montón de aspectos, los veo reflejados. Sin
ser los máximos ganadores en sus deportes (Diego ganó un solo Mundial y
Pelé tres; Ayrton es tricampeón, pero hay varios pilotos con más galardones
que él), esa combinación de carisma, personalidad, talento y “cercanía al
pueblo” los han convertido en los atletas más populares de Sudamérica.
Son contemporáneos: nacieron los dos
en 1960. Los dos pelearon incansablemente contra los poderosos, FIFA y FIA. En
1994 -y con un mes de diferencia- se les terminó la carrera. Literalmente a
Ayrton con su muerte y simbólicamente a Maradona por el doping en el Mundial de
EEUU. Temperamentales, ganadores, con fuego sagrado. El héroe en las
carreras bajo la lluvia, el sudamericano que sorprendía a los príncipes en
Mónaco, y el de Fiorito haciendo aquel famoso gol, también bajo un diluvio,
ante los “ricos” del norte, la Juventus, para acercar a los pobres del sur, los
napolitanos, a su primer título de liga en Italia. Los dos casi al unísono
tuvieron de máximos rivales a dos franceses: Prost y Platini. Los dos funerales más
multitudinarios de deportistas en el mundo. Y el sentir de sus fanáticos es absolutamente
similar. Fíjense en YouTube y
escuchen a sus seguidores al momento de sus despedidas: “Era el único motivo
de alegría en tiempos difíciles”, coinciden de ambos lados. Amantes de la
música, del canto, del karaoke, de la fiesta, del ruido, de la vida. La mirada de
Maradona era única: de tigre cazador,
ganadora, penetrante, asesina en la cancha. La misma que Ayrton en la
pista. Quizás todo eso, en mi caso particular, contribuyó a convertirme en
un ferviente admirador de la trayectoria de Senna sin ser un tipo que mire tres carreras completas por temporada.
Por eso
también busqué la opinión de un especialista en la materia. Tomás Arribas es
un gran periodista tuerca, que heredó
la pasión por los fierros y por Senna
de su abuelo, Roberto Silvani, quien en más de una ocasión ha compartido
minutos con la leyenda brasileña: “Cuando lo humano le gana a lo deportivo.
Es un buen punto para intentar explicar por qué hoy, tres décadas después de
su llamado a silencio, Ayrton Senna continúa despertando suspiros y generando
una mística inigualable. El éxito deportivo fue la plataforma para un logro
aún mayor: la trascendencia como fenómeno cultural. Hoy, Ayrton Senna es
acaso uno de los orgullos más grandes del pueblo carioca”, aseguró el
comunicador.
“Todo un país se vio reflejado y representado en la bandera brasileña que Ayrton portaba cada domingo en el podio. Y ese acto fue el gesto más leal y representativo para la población. Senna va más allá de la Fórmula 1. Su figura se fue agigantando con el compromiso asumido ante las cuestiones sociales que alteraban el orden del país y el bienestar de sus compatriotas. Basta con caminar apenas un par de cuadras por la enorme San Pablo para corroborar ese legado tan palpable. Ni hablar una vez dentro del místico y emblemático circuito ‘José Carlos Pace’ de Interlagos”, agregó Tomás, quien hace pocas semanas presenció en vivo y en directo el Gran Premio brasileño y también se dio el lujo de visitar el sagrado lugar donde descansa el mito, la leyenda, el número uno en la lluvia, el Rey de Mónaco.
Ese sitio al que muchísimos argentinos han concurrido para rendirle homenaje a nuestro máximo ídolo extranjero. El mismo lugar al que Diego, acompañado de su amigo Careca, acudió en 1998 para estar cerca, según sus propios dichos, del mejor piloto que vio en su vida. Ayrton Senna, o simplemente Beco: el deportista no argentino más aclamado en estas tierras.