Por Rubén García (@ruben,garcia76)
2024, pico máximo de la era de la desatención. Ya nadie quiere mirar algo que dure más de 30 segundos, las series de diez capítulos son largas y las películas de dos horas y media, eternas. La falta de concentración para leer un libro hace que cada vez menos gente lo intente o que fracase en la primera oportunidad.
Cada vez hay más medios para nutrirse de información, cada vez hay más estímulos a los cuales responder, más redes sociales y menos atención a "lo importante". Como dice la canción de Ciro y Los Persas "Vas a bailar": "Tanta soledad, todos conectados". Suena triste, pero a la vez es una elección que estamos haciendo, sabiendo de las consecuencias, porque nadie nos obliga a pasar cada vez más tiempo con el celular ¿O si?
Ni hablemos de la aceptación de acuerdo a los likes, seguidores, retuits o me gusta, la vara del éxito por estos tiempos. Usuarios comprando seguidores árabes para simular tener más gente que los venera, cuando lo que realmente están haciendo es modificar un número, ninguna de esas personas está interesada en tu gran desempeño, en tus fotos con tu gato o la canción que sacaste.
Algo está roto y tengo la sensación que no lo podemos arreglar. Ni siquiera se si la persona que empezó leyendo esta columna de opinión ahora esté acá. Ya nadie quiere leer.
El 75% del consumo de información se hace a través del celular y ese mismo consumo a veces no dura ni diez segundos. Está comprobado que nuestro cerebro, con esta modalidad, pierde capacidad de atención y retención, lectura y comprensión. Los que tratamos de luchar contra esto tenemos una batalla tan pareja como la de querer enfrentar un Tiranosaurio Rex con un escarbadientes, y lo que es peor, somos parte de esto, somos consumidores fugaces de información dudosa, todo el tiempo.
¿Qué hacemos? ¿Damos batalla? Cada vez que nos sentamos a leer un libro, dejando el celular lejos, estamos librando una lucha contra las notificaciones que se encienden, contra lo urgente que casi nunca es tal. Leer se volvió elitista, placer de unos pocos y los que se abstraen de la tecnología por unas horas son realmente la casta. Bienvenidos a la era de las distracciones, ya no hay punto de retorno.