En Bahía Blanca tres psicólogas se propusieron trabajar con
estos estímulos, desde la primera infancia hasta la adolescencia. Un viaje de
ida donde sentir y expresarse es el único boleto.
Las hermanas Carla y Agustina Regolf, junto con su amiga Ailín
Mambor decidieron crear un espacio un tanto peculiar y único en nuestra ciudad.
Las psicólogas vieron un nicho, un faltante, y ante la
demanda que reina pusieron manos a la obra y crearon un espacio dedicado a las
emociones de los más chicos y los adolescentes.
En diálogo con la periodista Marianela Romay en su programa
“Atardecer” por Rivadavia Bahía Blanca, las tres comentaron detalles de este
emprendimiento y cómo las familias se volcaron de lleno.
Iniciando la charla fue Carla la que explicó que “las tres
trabajamos con niños. La emocioneta surge a partir de la gran demanda que hay y
de los pocos valientes que somos psicólogos, que trabajamos con infancia. Llegan
muchos chicos, chicas a consulta y la verdad que no hay espacios. Entonces, el
año pasado, con Ailín en un primer momento, pensamos en la posibilidad de lo
grupal, de un taller donde los chicos puedan venir y trabajar emociones,
también habilidades sociales”.
Siguiendo esa línea reconoció que “completamos los cupos
rapidísimo, la verdad que fue muy lindo, y este año pensamos en ampliar las
edades, tenemos en este momento cuatro talleres y tres edades diferentes.
Tenemos un grupito que abarca de cuatro, cinco y seis. Un segundo grupito que
va de siete a diez y un tercer grupo para adolescencia”.
Agustina por su parte reconoció que “en una tarde tomando
mates con las chicas, estábamos pensando de ponerles un nombre a estos
talleres, porque las chicas cuando arrancaron el año pasado no tenían un nombre
de pertenencia, y queríamos eso, generar algún nombre que genere así
sentimiento de pertenencia con los chicos”.
De allí que “pensamos en un primer momento, no sé, la banda
D, el grupo D, pero nos pareció un poco trillado, y después nos acordamos de la
scaloneta, que nos unió a millones de argentinos en el mismo sentimiento, y
dijimos, bueno, vamos a usarlo de referencia, pero ahí hicimos el juego de
palabras de emocioneta, por las emociones”.
Por su parte Ailín explicó que “frente a esa gran demanda,
nosotros pensamos en generar algún espacio para explorar, y que los chicos
puedan entender, regular y transitar plenamente las emociones, y también
conocerlas, con lo cual, en este proyecto vamos implementando distintas
técnicas”.
“Ese resultado fue maravilloso el año pasado, porque
teníamos tremendas devoluciones tanto de las familias como de las escuelas,
porque también hemos entrado en contacto con escuelas, y esto que contaba
Agustina en relación a eso de la emocioneta, nosotros lo que le decimos a los chicos
es que esto es un viaje, un viaje de emociones” sumó.
Cerrando la idea con el planteamiento de que “los cinturones
emocionales como un símbolo de conexión, después un destino compartido, en
donde todos juntos, en este viaje, vamos hacia la comprensión y hacia el
crecimiento, con pares también, una ruta emocional, que son trayectos que las
emociones pueden tomar durante el viaje, en esto de poder transitarlo, una
estación de encuentro, un punto de encuentro, para compartir experiencias entre
todos, un boleto, un ticket, que es algo simbólico, digamos, para este viaje, y
después, bueno, los conductores emocionales, que un poco somos todos, nosotras,
y la participación de las familias y de la comunidad”.
Por último afirmó que “dentro de las muchas técnicas que implementamos,
está el semáforo, que nos sirve para la vida cotidiana; esto de parar, de
pensar, y recién cuando estamos en verde, poder actuar, y así un montón de
técnicas”.