El tabaquismo sigue figurando entre los principales factores
de riesgo para la salud en todos los continentes y representa uno de los
mayores desafíos a nivel mundial. De acuerdo con la Organización Mundial de la
Salud (OMS), el tabaco mata a más de 8 millones de personas cada año, tanto por
consumo directo como por exposición al humo ajeno.
El impacto del tabaquismo es transversal, afecta niños,
adultos, ancianos, mujeres embarazadas, sin importar estratos sociales,
situación que sobrecarga los sistemas de salud pública a nivel mundial.
El asma es una enfermedad crónica que provoca inflamación y
estrechamiento de las vías respiratorias, generando síntomas como tos,
sibilancias, disnea y opresión torácica. Según los últimos datos de la OMS,
afecta a más de 260 millones de personas en el mundo, con 455 000 muertes.
Las afecciones cardiovasculares mantienen una de las tasas
de mortalidad más elevadas asociadas al tabaquismo, según datos de la OMS y la
Federación Mundial del Corazón. Fumar produce daño en la pared vascular,
acelera el depósito de placas de ateroma (aterosclerosis), eleva la presión
arterial y favorece coágulos y arritmias.
La exposición al tabaco activa y pasiva multiplica el riesgo
de un accidente cerebrovascular (ACV). El tabaco provoca endurecimiento y
taponamiento de arterias, lo que aumenta la probabilidad de isquemias
cerebrales y hemorragias.
A nivel mundial, hasta el 90% de los casos de EPOC pueden
atribuirse al tabaquismo, señala la OMS. Esta enfermedad progresiva incluye
bronquitis crónica y enfisema, cuya característica central es el bloqueo casi
irreversible del flujo aéreo en los pulmones.