Empecemos por
entender qué es el hipo, esa reacción esporádica del cuerpo que, a menudo, aparece sin motivo alguno y que suele
producirnos gracia, pero también puede llegar a desesperarnos si persiste.
Aunque popularmente se conozca como hipo, en el lenguaje científico se denomina singulto o mioclono
frenoglótico. Lo que está sucediendo realmente cuando lo experimentamos son
contracciones involuntarias del
diafragma, el músculo que separa la cavidad torácica de la abdominal y que
desempeña un papel esencial en la respiración.
Numerosos estudios han demostrado que los fetos maduros comienzan a tener hipo como un reflejo de succión que
le permite el instinto de mamar del pecho de la madre una vez que nace, para
evitar en ese momento que la leche entre en sus pulmones.
Los animales, especialmente los mamíferos, tienen un diafragma similar al de los humanos, y
esto ya te puede dar una pista a la respuesta. En efecto, significa que también
pueden sufrir hipo. Si tienes un gato o
un perro, es posible que ya lo hayas notado. Y resulta que las causas
suelen ser las mismas que en humanos: "Una
comida abundante, bebidas alcohólicas o carbonatadas, o una emoción repentina
pueden causarlo", señalan desde Mayo Clinic.
Varios científicos
han podido observar el fenómeno del hipo también en gatos, y en ratas, conejos
e incluso hurones. Sin embargo, hasta ahora solo se ha detectado en
mamíferos. Lo habitual es que sea leve, momentáneo y que finalice en unos
minutos, pero en determinados casos patológicos, puede persistir y convertirse
en un problema de salud. Es lo que los expertos conocen como hipo crónico.
Si tu mascota tiene hipo con frecuencia o si el ataque persiste durante un periodo
prolongado de tiempo, no dudes en consultar con un veterinario para
descartar alguna enfermedad.