El Día
de la Música, celebrado a nivel mundial cada 22 de noviembre, rinde
homenaje a todos aquellos que dedican su vida a este arte universal. La elección de la fecha no es casualidad: está
profundamente vinculada a la figura de Santa Cecilia, patrona de los
músicos, y un símbolo de resistencia y fe en la tradición católica. Este
día no solo invita a reconocer la creatividad y el talento de los artistas,
sino también a reflexionar sobre la historia detrás de esta celebración.
Es cierto que en la Argentina, desde el 2015,
también tenemos el Día del Músico, el 23 de enero, con motivo al nacimiento
del “Flaco” Luis Alberto Spinetta, uno de los más grandes íconos del rock
nacional. Pero lo de hoy es a nivel mundial.
POR
QUÉ SE CELEBRA HOY
El Día de la Música se celebra el 22
de noviembre en honor a Santa Cecilia, quien fue proclamada patrona
de los músicos por el Papa Gregorio XIII en 1594. Esta fecha conmemora el día de su martirio
en el año 230, un momento clave en la tradición cristiana que transformó
su figura en un símbolo de devoción y resistencia.
Aunque la conexión entre Santa Cecilia y la
música tiene raíces en una interpretación errónea de textos medievales, la
tradición la ha mantenido como una figura central en el ámbito musical.
Según la versión escrita de su biografía en latín, durante su boda, Cecilia
“cantaba con su corazón” a Dios, mientras sonaban órganos. Sin embargo,
estudios posteriores aclararon que rezaba candentibus organis, es decir, mientras se quemaban los
instrumentos de tortura, lo que desmitifica su vínculo directo con la música. A
pesar de esta confusión, su imagen como protectora de los músicos ha perdurado
por siglos.
Este
día busca reconocer la importancia de la música como una forma de expresión y
su impacto cultural a lo largo del tiempo, reuniendo a músicos y amantes del arte en celebraciones que honran este
legado.
LA
HISTORIA DE SANTA CECILA
Santa
Cecilia es una de las figuras más veneradas del cristianismo temprano y un
símbolo de fe inquebrantable.
Nacida alrededor del año 180 d.C. en Roma, Italia, provenía de una familia
noble en una época en la que el cristianismo era perseguido por el Imperio
Romano. Su vida y su muerte dejaron un legado que trasciende lo religioso,
marcando también al mundo de la música, aunque de manera indirecta.
Cecilia
fue prometida en matrimonio a un joven pagano llamado Valeriano, a pesar de su voto de castidad y su
devoción a Dios. Durante su boda, le confesó a su esposo que un ángel del Señor
protegía su pureza. Valeriano, sorprendido, aceptó bautizarse para poder
comprender la fe de Cecilia. No solo él se convirtió al cristianismo, sino
también su hermano, Tiburcio, y ambos se dedicaron a ayudar a los cristianos
perseguidos. Sin embargo, sus actividades los llevaron a ser arrestados y,
tras negarse a renunciar a su fe, fueron ejecutados.
Cecilia también fue arrestada, pero se negó a abjurar de su fe a pesar de las amenazas de tortura. Según la tradición, fue condenada a morir en un horno caliente, pero milagrosamente sobrevivió. Finalmente, fue decapitada el 22 de noviembre del año 230, aunque la ejecución no fue inmediata y sufrió varios intentos fallidos antes de morir.