Por Rubén García (@ruben.garcia76)
No tenemos que poner muy en contexto la situación de la ciudad, fuimos atravesados por una inundación que dejó destrozos y muertos, hizo daño en la economía local y aún hoy se siguen pagando consecuencias post 7 de marzo.
Entre tantas cosas que sucedieron después de la catástrofe se suspendió, con buen tino, la fiesta nacional del Camarón y el Langostino. ¿Se imaginan en abril a Emilia Mernes cantando y todo el pueblo insultando? Párrafo aparte, Las Pastillas del Abuelo era la única banda confirmada hasta ese entonces, y el desembarco de la banda de Piti se pospone para cerca de fin de año.
Ahora bien, se viene la tercera edición de La Fiesta del Cubanito, en unos meses llega La Fiesta de la Primavera ¿Nuevamente en un 2x1? y empiezan a jugar varios factores en un año pesado y picante políticamente hablando. ¿Se tiene que hacer? ¿Debe hacerse? ¿Hay cosas más importantes? No creo que haya una sola respuesta y una respuesta correcta.
Como defensor de la cultura de la ciudad, estas fiestas, unidas o separadas, significan algo más que la posibilidad de un artista o trabajador local de llevarse unos pesos, es la gran oportunidad que miles de personas que habitualmente no los ven arriba de un escenario grande, puedan hacerlo.
Natalia Martirena, responsable del Instituto Cultural de Bahía Blanca, de ¿obligado? bajísimo perfil deberá tomar una decisión que seguramente deje disconforme a algún sector de la población. Los artistas felices con lugares para poder ejercer su trabajo, pero miles de ciudadanos replicando por todas las redes sociales opiniones como: ¿Hacía falta? ¿No deberían gastar en arreglar los puentes? ¿Esa plata no la podrían usar para asfaltar? Explicaciones aparte, nos metemos en el cuento de la buena pipa ¿Querés que te lo cuente de vuelta?