“Cuando te encontré me perdí, en cuánto te
vi me enamoré”, escribió Abel Pintos. Y en esa frase, tomada del clásico “A
primera vista”, del brasileño Chico César, el
músico bahiense -que cantó ese tema en varias oportunidades- destiló toda la
esencia de su historia con Mora Calabrese, la empresaria chaqueña que, hace
exactamente 12 años, transformó su vida.
Las
imágenes que eligió para acompañar el mensaje no necesitan explicación: se los ve juntos, cómplices, en un momento de
esos que parecen eternos. El texto que lo acompaña es breve pero
contundente: “12 años de ese instante y
para toda la vida. Te amo”.
Los
comentarios, en tanto, no se hicieron esperar, festejando el amor que se
profesan a diario, con expresiones de sus seguidores como “imaginate que Abel Pintos te dedique la canción más linda del mundo
cantada por Abel Pintos” o “qué maravilloso se siente cuando sabés que con
esa persona querés compartir cada uno de tus días y que la vida cobra sentido
por ella. Muchas felicidades. Bendecidos ambos”.
Así
celebró el intérprete el aniversario de aquel encuentro que marcó el comienzo
de una historia de amor tejida con silencios, distancias y regresos. Fue en Resistencia, capital de la provincia
de Chaco, donde todo comenzó. Abel, por entonces con 28 años, había llegado
para ofrecer un show. Mora, 25 años,
empresaria textil y joyera, madre de una niña llamada Guillermina, estaba allí.
“Fue un flechazo”, reconocieron quienes presenciaron ese primer intercambio de
miradas.
Pero
lo que comenzó como un idilio rápido, se
transformó pronto en un vínculo complejo, atravesado por la distancia, las
obligaciones y la férrea decisión del cantante de proteger su intimidad a toda
costa. La carrera de Abel, que había nacido en Bahía Blanca en mayo de
1984, atravesaba uno de sus momentos más intensos. Multipremiado, aclamado, viajaba de ciudad en ciudad llevando sus
canciones, mientras Mora sostenía sus propios desafíos empresariales en el
norte argentino.
Pintos
eligió el bajo perfil. Durante años,
esquivó preguntas, evadió rumores y se aferró a la premisa de que su vida
personal no debía ser parte del espectáculo. “No hablo de esas cosas”,
respondía con una sonrisa medida cuando algún periodista intentaba saber más.
Sin embargo, el amor siguió latiendo,
aunque hubo idas y vueltas. Mora Calabrese, reservada y ajena al mundo del
espectáculo, fue paciente. Supo esperar. Y él volvió. Volvieron a encontrarse, como si el tiempo no hubiese pasado. Se
reencontraron tantas veces que finalmente no volvieron a separarse. En
septiembre de 2019, él tomó una decisión que sorprendió a muchos: publicó una imagen junto a Mora en su
cuenta de Instagram, donde lo siguen casi 2.5 millones de personas. Fue el
primer gesto público. El blanqueo definitivo.
Luego
vinieron los hitos. El 21 de octubre de
2020 nació Agustín, su primer hijo biológico junto a Mora. Fue en
Resistencia, el mismo lugar donde se habían conocido. Un círculo que se
cerraba. Guillermina, la hija de Mora de su matrimonio anterior, también fue
parte de ese proceso. Abel la adoptó en
el corazón: “Mi hija del alma”, la llama. Y ella le dice papá. El último capítulo de esta historia de amor
llegó en septiembre de 2024. Abel anunció el nacimiento de Rosario, la
tercera hija de la familia que formó junto a Mora.
La historia de Abel y Mora no se parece a las que suelen protagonizar los famosos. No hubo portadas de revistas con notas exclusivas, ni declaraciones rimbombantes. Hubo silencios, distancia, trabajo y compromiso. Abel Pintos, el hombre que enamora multitudes desde el escenario, eligió amar en la intimidad. Mora, lejos del ruido, construyó un hogar sólido, donde la música y la familia se entrelazan. Hoy, 12 años después, Abel lo resume en una frase breve, sencilla y poderosa: “Te amo”. Y eso, para él, es todo.