Todo inició en diciembre, cuando una chica de 20 años
decidió terminar un noviazgo de poco más de 12 meses con un joven de 23, que
hasta ahí no había mostrado signos de violencia, o al menos, que Martina, la
protagonista de esta historia de terror, haya decodificado como tales.
Luego de mucho insistir, y tal cual figura en la denuncia
realizada en la Comisaría de la Mujer, el 9 de diciembre la víctima accedió a
ver a por última vez a Matías Grill, en la casa de este, en calle Baigorria al
3000, donde también estaba su padrastro y sus hermanas.
La idea, en principio, era una vez más hablarlo todo cara cara, que quede claro el punto final, para poder dar vuelta la página y que cada uno continúe con su vida. Tristemente los planes de Matías eran otros.
Se suponía que sería una conversación de solo minutos, por eso después de trabajar Martina se acercó hasta esa casa. Según consta en la causa, fue sobre las 22. Recién volvió a pisar la calle al mediodía del día siguiente, tras un calvario, varios ataques de pánico y la intervención de la madre de su ex, que mientras la llevaba a la parada de colectivo la increpó: “¡¿Por qué viniste?!”.
Entre medio, la joven sufrió golpes, gritos, insultos e
incluso su agresor le destruyó el celular para que no pueda comunicarse con
nadie. Todo esto, ante la mirada y los oídos del padrastro y las hermanas de
Matías, los cuales, según las declaraciones que posee la justicia, nunca
intervinieron. Que llegara la madre al hogar hizo que todo se calme y por fin
la deje ir.
La chica llegó a lo de una amiga, esta se comunicó con la
mamá de Martina y a partir de ahí, hasta hoy, inició el tortuoso camino de las
denuncias buscando que alguien le ponga un freno a la agresión constante.
Ese mismo día en la Comisaría de la Mujer, pero luego, con
otras dos presentaciones en fiscalía, cosa que de momento ha servido poco,
debido a que el joven incumple las restricciones de acercamiento y contacto.
Bloquearlo de redes, cambiar las contraseñas ya que se le
metía en los perfiles, llamar a la policía… nada está funcionando. Incluso, el
victimario ha contactado a otros parientes de ella, o incluso a amigos de sus
hermanos, para buscar la manera que sus obsesivos y denigrantes mensajes
lleguen.
Martina quiere retomar su vida en paz, pero hace dos meses
que es imposible. Su madre le tiene miedo a un desenlace fatal y mientras tanto,
la burocracia sigue su curso, con la víctima desamparada y el agresor sin
intenciones de parar.