Durante décadas, la historia de El Eternauta fue una de las narraciones
más poderosas del imaginario argentino. En su reciente adaptación
televisiva, esa fuerza simbólica se proyectó a escala global, llevando consigo
no solo una historia de ciencia ficción, sino también fragmentos íntimos de una
identidad colectiva. Entre ellos, el nombre de Malvinas. Un nombre que para millones de argentinos no es geografía, sino herida,
memoria, pertenencia. En los subtítulos internacionales de la serie, ese
nombre se mantuvo intacto, contra toda traducción estandarizada, gracias a la decisión de la traductora
encargada de subtitular a otros idiomas que entendió que algunas palabras no
pueden cambiarse sin traicionar lo que significan.
“Era la única opción viable, no tuve la
menor duda”, escribió Daiana Estefanía Díaz, traductora a cargo de la versión
en inglés, que además ofició de guía cultural para casi treinta idiomas. Su
elección -usar Malvinas Islands y no Falklands- no surgió de una norma técnica
ni de un capricho personal, sino del
convencimiento de que en una obra argentina, dicha por una voz nacional, ese
término solo podía nombrarse desde el lugar que lo siente propio. Con esa
sensibilidad, su gesto se transformó en una afirmación colectiva que atravesó
fronteras y que, en cada idioma, defendió
el derecho de una historia a hablar con sus propias palabras.
Díaz es la responsable de la versión en
inglés y asesora para los demás idiomas de la exitosa serie protagonizada por
Ricardo Darín. Así fue como decidió traducir “Islas Malvinas” como Malvinas
Islands en lugar de Falklands, rompiendo con la convención que en inglés
predomina desde los sectores británicos. “Apenas
empecé a trabajar en la traducción al inglés de la serie El Eternauta y vi que
Juan Salvo era excombatiente de Malvinas, decidí que iba a traducir ‘Islas
Malvinas’ como Malvinas Islands y no como Falklands”, escribió Díaz en su
cuenta de LinkedIn.
Para
la especialista se trató de una consecuencia natural de respetar el contexto
narrativo, la identidad cultural del material original y la voz de sus
personajes: “No solo porque jamás se me
ocurriría usar en ese contexto y en una producción argentina un nombre que no
sea Malvinas, sino además porque sé que ningún argentino, sea real o ficcional,
las llamaría de otro modo”, afirmó.
El personaje de Juan Salvo, figura central
de El Eternauta, aparece en la
adaptación televisiva como excombatiente de la guerra de 1982. Esa
característica no resulta un dato menor ni anecdótico. Es, por el contrario, un
elemento clave que ancla el relato en una experiencia histórica colectiva para
los argentinos. A través de esa
definición biográfica, la serie se vincula con una memoria sensible y
persistente. Por eso, cualquier traducción que pretendiera neutralizar o
ajustar la referencia geográfica al estándar anglosajón habría desdibujado
parte esencial de la identidad del personaje.
Díaz no se limitó a traducir al inglés.
Su participación en el proyecto la llevó a desempeñarse también como referencia
cultural y lingüística para los demás traductores de la serie, que debía llegar
a públicos diversos a través de subtítulos y doblajes en cerca de treinta
idiomas. “Es así que, como traductora
que además oficié de enciclopedia argenta para los otros traductores de este
proyecto, sugerí que en los subtítulos de todos los idiomas se usara el nombre
Malvinas, independientemente de si en esos países llaman así a nuestras islas o
no”, explicó.
La
dimensión del trabajo incluyó referencias locales que iban desde la práctica de
jugar al truco hasta el sistema de conscripción obligatoria y los sorteos por
número bajo. Pero la cuestión de las islas Malvinas superó cualquier otra en
intensidad. “Una cosa fue dejar notas a
traductores y revisores de casi treinta idiomas sobre cómo se juega al truco y
por qué hay que mostrar los tantos del envido antes de poner las cartas de
nuevo en el mazo, señalar las similitudes y las diferencias entre la
historia original y la serie, o aclarar qué significaba ‘número bajo’ cuando
había servicio militar obligatorio y compartirles fotos de los listados de los
sorteos, pero lo de las Malvinas era una cuestión mucho más profunda”, escribió
Díaz. “Les conté que allá también nevó
en 1982, que ese avión del ejército peruano no aparece por casualidad, que
cuando dicen ‘las islas’ hablan de esas dos y muchísimas cosas más”.
La
recomendación que surgió de esa lectura profunda del contexto fue aceptada y
aplicada en todos los idiomas. Por eso,
quienes activen los subtítulos o el doblaje en checo, japonés, danés, italiano
u otros, van a encontrar la denominación Malvinas Islands. La decisión
permitió conservar la verosimilitud de los personajes y de la historia sin
alteraciones que contradijeran el marco narrativo.
“No se trata de caprichos personales ni de intransigencias, sino de buscar transmitir de manera fiel, auténtica y profesional la esencia y la idiosincrasia de estos personajes en el contexto de la obra y nuestro país más allá de las fronteras idiomáticas”, expresó Díaz. Con esa convicción, el equipo de traducción internacional acompañó la sugerencia. El resultado es una adaptación que no neutraliza ni disuelve el posicionamiento histórico-cultural de la Argentina respecto de sus islas del Atlántico Sur. Al contrario, lo preserva con claridad y coherencia, confiando en que los espectadores de todo el mundo puedan recibir y comprender ese gesto identitario.